Entro en casa de mis padres y de repente un aroma dulce, cálido y especiado invade todo el pasillo, tiene un toque de limón … sin querer empiezo a recordar cuando era pequeña y volvía del colegio, según subía por la escalera iba percibiendo ese aroma a natillas caseras, rápidamente me he trasladado varias décadas atrás.
El olfato es un sentido poderoso, podemos reconocer hasta 10.000 olores distintos, mientras que solo reconocemos 200 colores, también es más sensible que cualquier otro de nuestros sentidos, el tacto y el gusto deben viajar por el cuerpo a través de las neuronas y la espina dorsal antes de llegar al cerebro, sin embargo el olfato es el único que va directamente a la corteza cerebral, lo que le hace el más rápido de todos, además el olfato, es el único lugar donde el sistema nervioso central está expuesto directamente al ambiente.
Para los animales el sentido del olfato es básico para su supervivencia, les sirve para identificar a los depredadores y otros peligros de su entorno, en los seres humanos resulta menos importantes en ese sentido, sin embargo hay una relación importante entre el comportamiento humano y el olor.
El olfato nos permite reconocer distintos aromas, comparar con los que tenemos en nuestra memoria y descubrir nuevos perfumes. Los olores tienen una gran conexión con la memoria, un olor puede traer a nuestra mente recuerdos de una forma más rápida que cualquier otro estímulo, revivir momentos felices de nuestra vida o volver a experimentar malos momentos. El olfato nos permite pasar de lo sensorial a lo experimental.
¿Por qué sucede esto? El bulbo olfatorio, la zona donde recibimos información de los receptores olfativos, está en el sistema límbico, en esta zona del cerebro se procesan las emociones, los recuerdos, reacciones fisiológicas y también situaciones que nos producen ansiedad. La estrecha relación entre el olfato y las emociones es debido a la interconexión de las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de ambas sensaciones, siendo la amígdala, que forma parte del sistema límbico, el centro integrador por excelencia.
Podemos decir que las percepciones olfativas no sólo interactúan íntimamente con las emociones sino que comparten circuitos cerebrales. En estudios de imágenes cerebrales se ha comprobado que la amígdala se activa inmediatamente ante una percepción olfativa, actuando los olores como despertador de recuerdos y emociones intensas.
¿Qué importancia tiene el sentido del olfato?
Según un estudio reciente sobre el olfato y las emociones elaborado por los Laboratorios Vicks, basado en entrevistas a 1.009 personas a partir de 15 años de edad, para más del 75{df1715d9fb3e5a254bc0073a8f1bc00a9d804787e7a525cbaf2900e2251832e3} de los entrevistados el olfato es uno de los sentidos más importantes y para un 10{df1715d9fb3e5a254bc0073a8f1bc00a9d804787e7a525cbaf2900e2251832e3} es el más importante.
Para tres de cada cuatro personas el olor tiene bastante o mucha importancia en las relaciones personales, el 63{df1715d9fb3e5a254bc0073a8f1bc00a9d804787e7a525cbaf2900e2251832e3} rechazaría a una persona por su olor, frente al 37{df1715d9fb3e5a254bc0073a8f1bc00a9d804787e7a525cbaf2900e2251832e3} que lo haría por su físico, en este aspecto la diferencia es más marcada entre las mujeres, para los hombres el olor y el aspecto físico tienen pesos similares. Respecto al grado de preocupación por el olor corporal es similar entre hombres y mujeres. Lamentablemente un 2{df1715d9fb3e5a254bc0073a8f1bc00a9d804787e7a525cbaf2900e2251832e3} de la población padece anosmia, una deficiencia sensorial que les impide disfrutar de todo un mundo de aromas, aunque también les evita hedores desagradables.
¿Qué aromas preferimos? ¿A qué huelen las personas?
A lo largo de la historia se han utilizado plantas, esencias y extractos varios para confeccionar perfumes que ambientaran estancias y perfumaran a las personas, ocultando otros olores menos agradables. Las preferencias por los aromas, han variado de un país a otro y en función de la época. Hay sin embargo una clara preferencia por los olores de las flores y la naturaleza, que tienen un efecto estimulante en el estado de ánimo.
Cada persona tiene un olor característico, este dependerá de su alimentación, el clima de donde viva, el consumo de fármacos, las hormonas propias de su sexo, cambiantes en distintos momentos de la vida, etc. en algunos casos, ciertas enfermedades metabólicas influirán en el olor corporal. La combinación de estos factores, dará como resultado un determinado olor, propio y definitorio de esa persona.
Una gran parte de las personas considera el aroma una de las principales armas de seducción. El perfume para muchos se ha convertido en una seña de identidad. Además de las aromas artificiales, presentes en los productos de nuestro aseo personal, cada persona de manera natural e inconsciente, emite señales olorosas invisibles.
Hace más de medio siglo se descubrieron las feromonas, unas sustancias químicas secretadas tanto por animales como humanos, que se utilizan como medio de comunicación y que se asocian con una irresistible atracción sexual. Los humanos emiten estas sustancias a través del sudor, la orina y las secreciones glandulares. Estas sustancias son capaces de producir cambios en el comportamiento del receptor de dichos mensajes.
Jean-Baptist Grenouille, el protagonista de la novela El perfume, se convirtió en un asesino para robar el aroma de ciertas doncellas y fabricar el más singular y sublime perfume, “el del ser humano”, sin llegar a tal extremo, los humanos tendemos a modificar nuestra conducta en respuesta a los aromas que percibimos.
Todavía queda mucho para poder entender mejor la supremacía de la memoria olfativa y su influencia en nuestras emociones, pero no cabe duda que tiene un claro efecto. Nuestra percepción del mundo, las personas que nos rodean, lo que nos atrae, los alimentos que comemos, los lugares que visitamos, cada cosa que hacemos, de todo ello nos llegan aromas invisibles que nos emocionan.
«El perfume es la forma más intensa del recuerdo. Debe ser como el tema central del Bolero de Ravel. Una especie de lenta obsesión.» Jean Paul Sartre