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DE MADRES E HIJAS

“Viniste al mundo sin que yo te buscase, tardé tiempo en entender y aceptar lo que significabas, cuando lo hice, torpemente al principio y todavía desconcertada por tu existencia, comencé a descubrir que tenerte era lo mejor que me había pasado nunca, aún sigo pensando así.”

La maternidad es un hecho único, muy especial, que muchas mujeres experimentamos a lo largo de nuestra vida, sin importar el número de hijos que se tenga, cada hijo representa un acontecimiento exclusivo y distinto, que será vivido de forma diferente, según el momento en qué se produzca y las circunstancias personales de la mujer.

Niña o niño, en el momento en que la pareja decide embarcarse en el proyecto o se enteran de su existencia, algunos especulan sobre sus preferencias, mientras que otros dejan al azahar el género del bebé, a fin de cuentas será su hijo y la ilusión y el amor que les reportará, será el mismo, independientemente de su sexo.

Es la relación entre madres e hijas algo de lo que me gustaría hablar ahora. En mi caso, hija única y madre de una sola hija, siempre he estado muy atenta al modo en que este acontecimiento me ha influido y a todo lo qué ha sucedido entre nosotras.

Después del desconcierto y desbordamiento inicial, el tremendo esfuerzo de los primeros meses, diría que  incluso los dos primeros años de vida, en que la alimentación y el sueño del bebé ocupaban todo mi  tiempo y energías, empecé a pensar en qué hacer, cómo hacerlo, qué decir… respecto a ti, ahora era responsable no solo de mi vida, también de la tuya y pensaba que lo que serías en el futuro, dependería en una gran parte de lo que yo hiciera entonces.

Pensé en mi propia niñez y adolescencia, tenía un legado emocional que no quería repetir, al menos en su totalidad. Tengo unos padres que me quisieron, protegieron y cuidaron hasta la asfixia, tardé años en aprender a caminar sola. No quería hacer lo mismo contigo. Quería una hija valiente, capaz de tomar sus propias decisiones y de enfrentarse al mundo.

Además de la razón, tan presente en mi vida, aprendí que, a menudo es adecuado dejarse llevar por el instinto. Las emociones tienen un lugar importante en la educación de los hijos. No solo hay reglas que cumplir y normas que aprender, hay conductas que solo desde la emoción pueden aprenderse y llevarse a cabo. Ese difícil equilibrio entre razón y emoción, es algo que  nos acompañará a  lo largo de toda la vida.

En este punto, conviene recordar los distintos estilos de crianza, generalmente es el que han recibido las madres , el que aplicarán luego con sus propios hijos. Asimismo, sus complejos, fracasos y proyectos no cumplidos también entrarán en juego en el difícil arte de criar y educar a sus hijos.

Encontraremos pues, madres controladoras, hiperprotectoras, asfixiantes, narcisistas, pasotas, indiferentes… y también otras maravillosas, compasivas y razonables que favorecen el crecimiento emocional de sus hijos y ayudan a que crezcan de manera adecuada, desarrollando un apego seguro que les permita mayor grado de autonomía y responsabilidad, en función de su edad, sabiendo que su madre, siempre estarán ahí como referente para lo que necesiten.

El vínculo que se establece entre madres e hijas es un vínculo complejo, lleno de luces y con algunas sombras. La niña al principio buscará la aprobación de su madre a toda costa, pero además, le echará un pulso cuando algo que se le pida choque con sus deseos. Las mujeres somos más complejas en las relaciones, más generosas a la vez que exigentes y más críticas.

 La realidad del día a día, confirma como se establecen rivalidades entre hermanas, madres e hijas, amigas, compañeras… y es que  las mujeres no podemos resistirnos a comparar e intentar “ser mejores” o al menos distintas a las otras.

Es sumamente enriquecedor el vínculo que establecen madres e hijas, una relación en la que crecen tanto las niñas, física y mentalmente dentro del curso natural de las cosas, como las madres en base a su nueva faceta y experiencia vital.

Nunca tuve instinto maternal, cuando mis amigas jugaban a las mamás, no entendía el porqué de su juego, me aburría y prefería peinar o vestir a las muñecas grandes, no me gustaban los bebés. He necesitado que mi hija llegase a mi vida, para descubrir una parte de mí, que creía no tener, para sentir de una forma que nunca había sentido y descubrir significados nunca antes encontrados.

Soy mujer, hija, madre, abuela, esposa, amiga, trabajadora … y muchas cosas más. He elegido algunas de las cosas que soy, otras me han venido de serie o me han sido impuestas, no entraré en cuál de estos papeles y desempeños, es más importante para mí, cada uno ha sido más o menos relevante, según el momento, pero todos han contribuido a que hoy  sea como soy.

4 Comments

  1. Graciela dice:

    Yo tengo tres hijos, dos niños y una niña, aún son pequeños 9 7 y 3 la pequeña, no trabajo y a veces creo que voy a volverme loca con todo el jaleo pero creo que es maravilloso este tipo de vida. No soy religiosa, ni tampoco feminista. Mi marido hace cuanto puede e.n casa y los abuelos también, soy muy afortunada. Un abrazo

  2. Lfczorita dice:

    Es una experiencia que lo hombres nunca tendremos, para bien o para mal la maternidad es una vivencia únicamente femenina. Envidio a las mujeres por esa capacidad de engendrar, y admiro a aquellas que hacen efectiva su maternidad, como decisión personal no impuesta. Venimos al mundo de la mano de nuestra madre, y cuando muramos esa misma mano de mujer plena hará más fácil nuestro tránsito hacia la nada. Entre tanto se multiplicaran sus esfuerzos y su bien hacer para que nuestro empeño no tenga los límites que ella pueda retirar a tiempo.

    Así fue mi madre. Supo empezar prácticamente de cero cada día, nunca impuso su presencia, pero cuando estaba llenaba la estancia, compañera y amiga exigente, estábamos obligados a crecer tanto en el éxito como en el fracaso. Hay que estirar la espalda, levantar la cabeza, reír y llorar cuando toque cada cosa. Esta la única condición que nos impuso.

  3. Mayte dice:

    Me encanta la descripción de tus primeras relaciones con tu hija. Con esa pequeña maravilla que viene a nuestros brazos, y sólo durante unos segundos, no sabemos que hacer con ella.
    Todas las madres nos incluimos en la categoría de maravillosas y razonables… pero algunos defectos tendremos, es interesante buscarlos.
    Como tu, pienso que ser madre de mis dos hijos es parte primordial, fundamental, de mi vida…aunque ahora no esté de moda decirlo.

  4. Ixi dice:

    Un artículo precioso, inspirador, sencillamente brillante

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