Nacemos, crecemos, vivimos durante unos años y finalmente morimos, este es el proceso normal de todos los seres vivos en la tierra, tanto humanos, animales u otros organismos.
La muerte es consustancial a la vida, pese a lo cual nos cuesta enfrentarnos a ella, ya sea a la perspectiva de que nos ocurra a nosotros mismos, como a la perdida de alguien de nuestro entorno. Decía Blaise Pascal que “Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte”.
Una de las experiencias más dolorosas es que cuando perdemos a nuestros padres, se trata de un acontecimiento difícil de superar, que hemos de asumir y aprender a vivir tras la pérdida.
Nuestra vida cambia, de repente nos sentimos huérfanos, sin importar la edad que tengamos durante nuestra vida sabíamos que ellos estaban ahí y que “como cuando éramos niños” podíamos acudir a ellos, que ellos nos protegerían, lamentablemente cuando mueren esa posibilidad desaparece.
Dependiendo de cómo se ha producido la muerte, será más o menos difícil aceptarla e integrarla, resulta más fácil de aceptar una muerte por causas naturales que cuando se produce de forma violenta y/o súbita, por asesinato o accidente. Hemos oído siempre que “la muerte es ley de vida” y cuando nuestros padres son ancianos y están enfermos, pese al dolor de perderlos, resulta más fácil aceptarlo.
Las visitas, llamadas habituales, actividades compartidas y hasta las cosas que no nos gustaban de ellos, vienen a nuestro pensamiento reiteradamente, incluso seguimos hablando en presente de nuestros padres como si en cualquier momento fueran a volver a nuestro lado.
Comienza un duro y a menudo largo proceso, el duelo es una respuesta normal, es lo natural ante la pérdida o separación y es una muestra del amor que sentíamos por la persona fallecida, durante ese tiempo vamos a experimentar un montón de emociones y sentimientos. Además nos va a afectar en todos los ámbitos de nuestra vida: físico, psicológico, emocional, social …
La mayoría de los estudiosos del duelo, Bwolby y Worden entre otros, coinciden en que hay cuatro etapas o fases en el proceso de duelo.
¿Cuánto dura el duelo? ¿Cuándo termina? Aunque no hay un tiempo concreto y cada persona vive esta dura experiencia de un modo distinto, dos años es el periodo más habitual. El duelo termina cuando las etapas indicadas anteriormente han finalizado, una muestra de que el duelo acabó es ser capaz de hablar de la persona fallecida sin dolor. Lamentablemente, algunas personas no acaban el duelo, convirtiéndose en un duelo crónico, aún otras experimentan un duelo patológico de una intensidad y duración tal, que están desbordadas por la pérdida, rompiéndose su equilibrio físico y psíquico.
Para poder elaborar el duelo de manera natural y soportar la pérdida, siempre necesitamos ayuda externa, ya sea por parte de familiares, amigos, medios sociales y profesionales. No es debilidad, es una necesidad ante una de las experiencias más estresantes a la que nos enfrentamos los humanos. El duelo está asociado a problemas de salud como la ansiedad, depresión, problemas cardiacos, abuso de alcohol y sustancias. Es por tanto lógico y necesario contar con la ayuda necesaria en cada caso.
Es importante aprender a manejar los recuerdos, no podemos evitar que aparezcan, pero es mejor que seas tú quien los controla y no ellos los que te controlan a ti.
El recuerdo de nuestros padres nos acompañará siempre y aunque la vida no será igual sin ellos, ¡vive la vida de un modo pleno, con esperanza¡, porque hay mucho por vivir y mucho que aprender.
2 Comments
Por razones de edad me toca vivir la despedida y el duelo que están haciendo varios amigos míos al perder a sus padres, como hice yo mismo hace pocos años. Reconozco que debería tener un discurso elaborado personalmente, o utilizar un lugar común, una frase hecha, para dar el pésame y a otra cosa, ya pasamos todos la cincuentena, algunos tenemos nietos, y todos cierta urgencia por vivir; perder a los padres es lo previsto por la naturaleza y por la sociedad, deberíamos estar preparados.
Pues bien, ni uno solo de mis amigos ha podido superar esa sensación de indefensión y orfandad que nos revuelve las entrañas al quedarnos solos, sin la referencia más cierta de nuestros orígenes que representan nuestros padres. Pero no es menos cierto que todos reconocen, como me pasó a mí, que el dolor por esa ausencia tan intensa no permanece en nosotros durante mucho tiempo, preferimos recordar a nuestros padres plenos de vida y compromiso, como eran cuando más los necesitábamos. Es la forma que tienen ellos de seguir cuidándonos.
Gracias Fernando por tu comentario, en efecto nuestros padres permanecerán en nuestros corazones y en nuestros recuerdos mientras vivamos. Un saludo